Ayudando a combatir la mortalidad infantil en Malí

 

En Koundiala falta casi de todo. Los dos mil habitantes de esta pequeña aldea perdida en el corazón de Malí, donde las lluvias escasean y la pobreza extrema campea a sus anchas, no tienen infraestructura sanitaria ni social y sufren los estragos de tener uno de los índices de mortalidad infantil más altos del mundo: casi uno de cada cinco niños en Koundiala mueren antes de los cinco años.


Habi Karembé nació hace seis meses. Tres días después de su llegada al mundo su madre fallecía por complicaciones durante el parto. Y cuando Habi fue trasladada al centro sanitario apoyado por el Fondo para el Logro de los Objetivos del Milenio (F-ODM) en la localidad cercana de Biangadara, acababa de cumplir un mes y apenas pesaba dos kilos.


El estado nutricional de los niños en Malí es desalentador: uno de cada seis padece de desnutrición aguda y el 38 por ciento están raquíticos por una falta de nutrientes apropiados. Aunque Malí ha hecho algunos progresos para reducir la mortalidad infantil, más de la mitad de los fallecimientos siguen siendo por culpa de la desnutrición.


Para asistir al gobierno en sus esfuerzos para alcanzar el Objetivo del Milenio que busca reducir a la mitad la mortalidad infantil en 2015, el F-ODM está financiando un programa conjunto de la ONU para mejorar los niveles de nutrición de mujeres y niños en las zonas más vulnerables del país, donde el 84 por ciento de las familias no tienen suficiente comida.


El programa centra parte de sus esfuerzos en fortalecer la seguridad alimentaria de estas familias promoviendo la producción local de alimentos, mejorando la habilidad del gobierno para evaluar las tendencias nutricionales y respondiendo a las alzas en los precios de los alimentos, así como ofreciendo servicios de calidad para prevenir y combatir la desnutrición.


El tratamiento de Habi Karembé tuvo resultados inmediatos. En apenas treinta días desde su llegada a la unidad de recuperación y educación nutricional de Biangadara, la pequeña ha podido ya doblar su peso. Y para cuando pudo ser dada de alta, cuatro meses más tarde, pesaba casi siete kilos, y estaba lista para volver a casa junto a su familia.


Para prevenir estos casos de desnutrición, el programa conjunto también está ofreciendo a granjeros como el padre de Habi cursos de capacitación para aprender nuevas técnicas que ayuden a mejorar la producción agrícola, además de ayudar a establecer huertos ecológicos en las escuelas para que los niños aprendan la importancia de crecer alimentándose con comida sana.


El programa también entrena a las mujeres embarazadas sobre la importancia de la lactancia materna y de lavarse las manos para reducir la incidencia de enfermedades así como el uso de redes antimosquitos para prevenir la malaria. Además incluye suplementos vitamínicos semanales a las gestantes y los niños en las comunidades donde trabaja.


A nivel gubernamental, también ayuda a garantizar que se incorpore la nutrición en las políticas públicas y a monitorear y evaluar tendencias nutricionales, creando e implementando programas nutricionales donde más lo necesitan, así como mecanismos para supervisar el impacto del aumento en el precio de los alimentos en la salud de mujeres y niños.


Foto: Habi Karembé y su abuela.



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