Combatiendo la desnutrición infantil en El Salvador
Con la esperanza en sus ojos, Eriberta muestra su parcela. Son diez tareas (0,6 hectáreas) cultivadas con maíz y frijoles. “Antes sólo sembrábamos seis tareas, ahora, con la ayuda que nos han dado, hemos sembrado diez”, cuenta ilusionada. Los frutos de este esfuerzo servirán para que las ocho personas de su grupo familiar tengan alimento durante el año.
Se trata de una de las 582 familias con las que trabaja en la actualidad el programa conjunto “Protegiendo a la Infancia: Seguridad Alimentaria y Nutricional para El Salvador”, uno de los tres que financia en ese pequeño país centroamericano el Fondo para el Logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (F-ODM).
El programa conjunto busca incrementar la disponibilidad y diversidad de alimentos en los municipios de San Simón, Cacaopera y Guatajiagua, en el departamento oriental de Morazán, uno de los más golpeados durante el conflicto armado salvadoreño y que hoy cuenta con los mayores índices de desnutrición en el país.
Los municipios seleccionados, donde se entrega a las familias insumos agrícolas y se les ofrece asistencia técnica para mejorar sus cultivos, presentan condiciones de inseguridad alimentaria y nutricional alarmantes. En San Simón el porcentaje de población en pobreza extrema es del 48,4 %, en Guatajiagua del 61,1 % y en Cacaopera del 45,3%, muy por encima del porcentaje nacional del 15,2 %.
Eriberta vive en Cacaopera y además de cultivar, su familia también elabora hamacas. Un comerciante les da cuatro conos de hilo por los que espera recibir cuatro hamacas, pero ellos producen seis y el pago es el excedente, lo que les ha servido para comprar fertilizante para que la siembra prospere, aunque no siempre les alcanza porque el abono ha subido de precio.
Por eso el apoyo recibido es tan importante, porque satisfacen sus necesidades alimentarias y además les queda para la producción futura. “Es como un principio que nos han dado y si lo sabemos pensar, podemos agarrar otra fuerza. Si no lo cuidamos nos vamos a quedar como si no nos hubieran dado nada”, afirma Eriberta, que espera duplicar la cantidad de cereales que obtuvo en 2010.
La zona tiene una amplia experiencia organizativa ya que la mayoría de los vecinos de Eriberta fueron refugiados durante el conflicto armado. Al repoblar la región formaron una directiva comunal que luego se convirtió en la cooperativa Padre Octavio Ortiz Luna. “Era un profeta que dio la vida inocentemente y nació aquí, en el cantón Flor del Muerto”, recuerda Eriberta sobre el sacerdote.
Ahora se han consolidado como Asociación de Desarrollo Comunal y llena de orgullo cuenta que estando en la directiva construyeron el centro escolar con apoyo del Gobierno de Luxemburgo después de que la comunidad comprara los terrenos, para lo cual cada vecino aportó durante cuatro años una porción de su parcela para hacer cultivos comunitarios, vender la cosecha y ahorrar el dinero.
“Esa es una historia que hemos dejado, un recuerdo para nuestros nietos, para nuestros hijos”, dice sonriente Eriberta, que además recuerda que no es lo único que han conseguido. Desde entonces la cooperativa también ha logrado la pavimentación de una calle, así como la instalación de agua potable y energía eléctrica.
El programa del F-ODM, que apoya los esfuerzos del Gobierno salvadoreño para alcanzar las Metas del Milenio de reducción de la pobreza y las desigualdades, sobre todo entre las comunidades más marginadas, también impulsa el desarrollo de huertos escolares y caseros para diversificar la producción en las parcelas y viveros con la vista puesta en aumentar los ingresos.
Un diagnóstico de actividades productivas marcó el camino a seguir para incrementar la cantidad de alimentos y diversificarlos. En lo inmediato, se recomendó el aumento de la producción de cereales, luego la diversificación en pequeña escala, y con hortalizas con miras a la productividad y, finalmente, el desarrollo de actividades complementarias como las actividades no agrícolas de la zona.
El enfoque de seguridad alimentaria nutricional promovido por el programa conjunto se basa en la atención de los determinantes de la desnutrición, y también se apoya al Consejo Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional en la formulación y ejecución de una política nacional para combatir la desnutrición, la instalación de un sistema de monitoreo y la promoción de la lactancia materna.
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