Ayuda a comunidades rurales para adaptarse al cambio climático en el distrito de Chicualacuala de la provincia de Gaza (Mozambique)

 

El distrito de Chicualacuala está situado 500 km al noroeste de Maputo (la capital de Mozambique) y es conocido como uno de los más secos y aislados del país y uno de los más problemáticos en materia de desarrollo. Los efectos del cambio climático son principalmente sequías prolongadas que desembocan en inundaciones amplias que empeoran el inclemente medio ambiente afectando a los 45.000 habitantes del distrito.

 

El Programa conjunto de las Naciones Unidas sobre integración del medio ambiente en las políticas y adaptación al cambio climático, financiado por el Fondo para el logro de los ODM, seleccionó Chicualacuala como beneficiario de sus intervenciones, ya que claramente era una de los distritos más necesitados del país.

 

Entre las distintas actividades concebidas para ayudar a las comunidades rurales a adaptarse al cambio climático y diversificar sus medios de vida, los asociados de las Naciones Unidas, en coordinación con los gobiernos provincial y de distrito, están prestando asistencia a dos asociaciones de agricultores para establecer huertas de regadío que ya suministran un pequeño ingreso y una dieta mejor a 120 familias, una cifra que está aumentando sostenidamente.

 

Lurdes António Cambaco es miembro de una de las asociaciones de agricultores (aldea de Ndombe). Actualmente 47 familias trabajan 12 hectáreas de hortalizas y otros cultivos, y el número de familias aumenta rápidamente. Las cosechas son para el propio consumo y la venta en los mercados locales.

 

Lurdes tiene solo 22 años, aunque ya es viuda y lucha por mantener a sus dos hijos de 5 años y 1 año. Se incorporó a la asociación de agricultores “por hambre”, pues consideró que era la única manera de mejorar su dieta y la de sus hijos.

 

Solía producir solo cultivos de secano, que a veces permitían dos cosechas por año si había lluvias suficientes. Pero con el aumento de la sequía, la lluvia ya no bastaba para garantizar ni siquiera una cosecha anual, de modo que se incorporó a la asociación de agricultores como parte de su estrategia personal de supervivencia.

 

En sus propias palabras, “algunos años llovía lo suficiente para producir alimentos pero los tiempos han cambiado; ahora llueve poco, sembramos pero no llegamos a cosechar debido al calor y la sequía. Con la asistencia del programa conjunto en este lote de regadío puedo producir alimentos suficientes para mi familia y también vender algunos productos para comprar otros artículos, como jabón y azúcar”.

 

“Se está talando nuestro bosque comunitario a un ritmo insostenible para producir el carbón que vendemos para comprar alimentos, jabón y otros artículos. Hacer carbón es muy duro para nosotras, las mujeres, pero hasta hace poco no teníamos otra opción. Ahora, en lugar de talar los árboles para producir carbón, trabajamos en el campo de regadío para obtener el dinero que necesitamos. Ya no hace falta hacer carbón; de este modo conservamos nuestro bosque.”

 

“El mayor problema que tenemos en la aldea de Ndombe es poner fin al hambre. Procuramos llegar a tener la mayor autosuficiencia posible en lo que se refiere a la producción de alimentos. Queremos extender la superficie cultivada (actualmente 12 hectáreas), asegurar el suministro fiable de agua, desarrollar mercados para nuestros productos y aumentar la superficie de tierra que cultiva cada uno de nosotros para aumentar nuestros ingresos”.

 

“En cuanto a mis expectativas y ambiciones para el futuro, primero debo asegurar una dieta mejor para mis hijos, comprarles ropa, libros de texto, jabón y jabón en polvo para su higiene personal y su ropa y, de ser necesario, pagar gastos hospitalarios”.

 

“Una vez que lo haya logrado, desearía comprar unas cabras, o tal vez ganado, como inversión para mi futuro y el de mis hijos. También desearía construir una casa de ladrillos con techo de zinc para remplazar la casa de barro con techo de paja en que vivo ahora”.

 

“Creo que la comunidad de Ndombe debería ser más unida para que se escuchen nuestras voces en materia de planificación y estrategias de desarrollo. Actualmente no se nos consulta y no se valoran nuestras opiniones. Para hacer oír nuestras voces, debemos registrar oficialmente nuestra asociación. De este modo podríamos presentar nuestras prioridades de manera más organizada y coherente a nuestros dirigentes comunitarios, que luego las transmitirían al gobierno del distrito”.

 

El Programa conjunto de las Naciones Unidas sobre el cambio climático trabaja con cientos de familias como la de Lurdes Cambaco y aunque recién está en sus inicios, ya está teniendo repercusiones visibles en la diversificación de los medios de vida y la adaptación al cambio climático.

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