Luchando contra el avance del desierto en Mauritania

 

Por Mohamed A. Boussery

Moctar Ould Hamouda recuerda siendo niño como recogía la goma de las acacias en su aldea de Diawlé, en el departamento de Rkiz, en el suroeste de Mauritania, donde nació en 1958 y donde todavía vive.

"La vida en Diawlé era buena y el paisaje precioso. Toda la zona está cubierta de vegetación y los animales pastaban a sus anchas todo el año”, rememora con nostalgia.

El horizonte se perdía en un tupido bosque de acacias y durante la temporada de cosecha, la gente salía a primera hora de la mañana y regresaba a última hora del día con varios kilos de goma bajo el brazo. “Era un material muy codiciado y generaba unos muy buenos ingresos a nuestras familias”, añade.

Pero décadas de persistente sequía destruyó la vegetación y diezmó los rebaños de ganado, y la arena de las dunas cubrió casas y campos. “Nuestra modesto modo de vida se fue al garete y nuestras vidas se vieron severamente alteradas. Todo los hombres emigraron en busca de trabajo”, nos explica Moctar.

Hace dos años los habitantes de Diawlé decidieron tomar el problema en sus manos. Con apoyo de un programa conjunto de la ONU que les ofreció semillas y entrenamiento, los aldeanos reforestaron el perímetro de las acacias, estabilizaron las dunas, montaron viveros y establecieron nuevas zonas de pasto para el ganado.

“Con nuestras propias manos paramos el avance de la arena y creamos un entorno favorable para los cultivos y el forraje”, afirma orgulloso Moctar, quien recuerda que las mujeres de la aldea fueron las primeras en invertir en huertos vegetales.

Poco a poco empezaron a cosechar y vender okra dos veces por semana y pronto empezaron a obtener ingresos. “Los hombres que volvían a la aldea vieron lo que estábamos haciendo y decidieron involucrarse ellos también, dejando atrás la idea de emigrar”, recuerda.

Diawlé es una de las 157 aldeas donde tiene su campo de actuación un programa conjunto del Fondo para el Logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (F-ODM) para promover la sostenibilidad del medioambiente en tres zonas de Mauritania castigadas por la desertificación y la degradación del ecosistema.

Al igual que en muchas otras parte de mundo, el cambio climático en Mauritania pasa especialmente factura a los más pobres y desfavorecidos, un impacto que el F-ODM está decidido a combatir.

El objetivo de este programa es garantizar que el medioambiente se tiene en cuenta en los esfuerzos que está haciendo Mauritania para combatir la pobreza, y para ello se anima a las aldeas a manejar de forma sostenible sus recursos naturales y asegurar que el acceso al agua potable sea una realidad para todos promoviendo buenos hábitos de higiene.

Recuperando la tierra del desierto

Los resultados han sido destacables. Desde un punto de partida casi cero, la vegetación en las zonas de actuación ha experimentado una espectacular regeneración. Trabajando de forma conjunta, y con apoyo y entrenamiento de treinta ONGs, se han regenerado 600 hectáreas de acacias y 182 hectáreas de manglares, así como 5.500 hectáreas de tierra degradada. Además se han estabilizado 430 hectáreas de dunas desérticas, otras 295 hectáreas se han ganado para el pasto y al menos tres bosques están siendo manejados y conservados de forma colectiva.

El programa conjunto también está contribuyendo a fortalecer la capacidad nacional para hacer frente a los retos de la pobreza y el medioambiente a través de la inclusión de un componente medioambiental en las nuevas políticas públicas, e introduciendo nuevos instrumentos de evaluación.

El programa también ha proveído acceso sostenible a agua potable a unas 28.000 personas, además de establecer unos mapas sobre la calidad del agua en seis de las tres regiones del país, y la creación de una red de diez laboratorios para garantizar la calidad del agua. Además se han construido unas 6.500 letrinas familiares.

Uno de los pilares de estos esfuerzos ha sido la participación activa de los habitantes. Y en el caso de la aldea de Moctar, aunque los planes originales eran dedicar una hectárea de tierra al cultivo de huertos de vegetales, la gente estaba tan motivada que han invertido sus propios recursos para expandir las áreas de plantación a 15 hectáreas.

Las condiciones de vida siguen mejorando y me alegra ver que Diawlé vuelve a tener vida. “Hemos protegido nuestra aldea y nuestros campos contra las dudas y los pastizales han experimentado una extraordinaria regeneración”, subraya.

Mientras, la fauna local está empezando a incrementar y la gente está esperando impacientemente a los bosques de las nuevas acacias para verlos crecer y revivir la vieja tradición de la colecta de goma.

“Integración de la gestión ambiental local en el proceso de planificación” es una colaboración entre el Gobierno mauritano, las comunidades locales, treinta organizaciones de la sociedad civil y siete agencias del sistema de Naciones Unidas, entre las que destaca la Unesco, Unicef, el PNUD, la OPS, la FAO, el PNUMA y el PMA.

Se trata de unos de los 17 programas sobre medio ambiente y cambio climático que tiene repartido por el mundo el F-ODM para intentar alcanzar el objetivo número siete de sostenibilidad ambienta, y parte de los esfuerzos del F-ODM para reducir el impacto del cambio climático.

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